"La Bosnia de mi infancia ha desaparecido"
El escritor del siglo XXI", "el nuevo Nabokov", "un nuevo modelo de escribir": en esos términos suele recibir la crítica cada nuevo libro de Aleksandar Hemon (Sarajevo, 1964. www.aleksandarhemon.com). Y lo cierto es que se trata de uno de los grandes valores de la literatura contemporánea. Hemon siempre echa una mirada nueva, fresca, contestataria, sobre todo lo que observa: los extranjeros y los nativos, los sobrevivientes de las guerras, el exilio occidental en una época sin dictadores ni totalitarismos.
Con Hemon nos sentamos en una cafetería de la calle North Clark, en su barrio de Andersonville, de Chicago. A nuestro lado pasan personas vestidas con túnicas africanas de colores y saris indios, además de hombres y mujeres de todos los rincones de la tierra, con largas melenas y fulares que flotan en el aire. Esas personas salen de tiendas y cafés turcos, vietnamitas, peruanos, que pueblan la calle. "¿Cómo ha encontrado este barrio en medio del Chicago lleno de ejecutivos?", le pregunto. Y Aleksandar se dispone a contarme su historia: en 1992 salió de Sarajevo para pasar una temporada breve en Estados Unidos. Entonces estalló la guerra de Bosnia y Hemon no pudo volver a casa. La guerra duró varios años y Aleksandar decidió quedarse en Chicago. En el año 2000 publicó su primer libro, La cuestión de Bruno (Anagrama), sobre la guerra de Bosnia y los refugiados, que se tradujo a una docena de idiomas. Le siguieron las novelas El hombre de ninguna parte (Anagrama), y El proyecto Lázaro (Duomo). Y, como la mayoría de los habitantes de ese barrio suyo de Chicago, los protagonistas de sus libros son hombres de ninguna parte, personas que no pertenecen a ningún lugar y no hablan bien ningún idioma. Ahora se publica en España su libro de relatos Amor y obstáculos (Duomo).
"El idioma va unido a la experiencia. Una vez aterricé en EE UU me di cuenta de que no podía seguir escribiendo en bosnio"
PREGUNTA. ¿Se siente en casa en algún lugar?
RESPUESTA. Me siento a gusto en Bosnia. Allí viven mis amigos de toda la vida.
P. Uno de sus protagonistas dice: "Tu casa es allí donde no estás".
R. Es cierto. Si ahora estuviéramos en Sarajevo, seguramente te diría que mi casa está en Chicago. Mi casa adoptiva, claro.
P. ¿Qué es la casa?
R. La casa es un lugar donde tu acento no resulta extraño.
P. ¿Cómo lleva el extranjero -usted- lo cotidiano?
R. En Estados Unidos, al oírme hablar, diez veces cada día me preguntan enseguida: "¿De dónde eres?".
P. ¿Siente que le excluyen?
R. Me excluyen y me incluyen a la vez. Es como si te dijeran: "¡Bienvenido, tú que vienes de fuera!".
P. ¿Qué pasa cuando uno abandona su país?
R. Pierde para siempre la sensación de estar en su casa.
P. ¿No la puede recuperar en otra parte?
R. Nunca. Es una metáfora de lo que es la vida: uno no recupera nunca más la sensación de comodidad que tenía en su infancia cuando vivía en casa de sus padres. Una vez te has ido, permaneces a la intemperie.
P. Uno de sus libros se titula El hombre de ninguna parte. Y esa sensación de no pertenecer a ninguna parte la analiza en su colección de cuentos Amor y obstáculos.
R. En este libro, y en otros, intento analizar el concepto de refugiado en el mundo que se ha construido después de la caída del muro de Berlín.
P. ¿En qué sentido?
R. El mundo ha cambiado demasiado para poder aplicarle los mismos esquemas de antes, los de exiliados como Brodsky, Kundera o Salman Rushdie; aquellos esquemas hoy resultan obsoletos. Entonces el destino del refugiado se veía como un sufrimiento lleno de nobles sentimientos.
P. ¿Ser exiliado ya no es tan trágico?
R. En algún sentido lo es más. Los refugiados de antes, los que no podían volver a casa, tenían a quien odiar -a los dictadores, a los totalitarismos- y a quien amar -a su tierra, la víctima-. Podían conservar el ideal dentro de ellos: en tu país el sol brilla más, las manzanas son más dulces. En cambio ahora todo está más confuso, no hay buenos y malos claramente dibujados. Por eso cuesta decidir si uno debe seguir en el extranjero o volver a vivir en su tierra.
P. Tanto Milan Kundera como Norman Manea, dos exiliados centroeuropeos, describen el regreso a casa como un nuevo exilio. ¿Lo percibe así usted, que viaja a Bosnia tres veces al año?
R. El lugar de mi infancia ha desaparecido. La guerra ha barrido muchas cosas y mi Bosnia ya no existe.
P. Uno de sus protagonistas, un refugiado bosnio, muere de un disparo nada más llegar a Sarajevo. Lo matan para robarle su máquina fotográfica.
R. Cuando voy a Bosnia, lejos de un paraíso terrenal lo que encuentro es un país con graves problemas de toda clase. Eso se refleja en mi obra, a eso se debe esa escena.
P. En Amor y obstáculos, y en otros cuentos suyos, descubro huellas de las películas del bosnio Emir Kusturica.
R. Crecí viéndolas.
P. Kusturica estudió en Praga. ¿Ha hecho usted suya la tradición centroeuropea?
R. Totalmente. Mis autores son Kiš, Kafka, Bruno Schulz y toda clase de autores austriacos, checos, polacos y húngaros. Todas esas literaturas están estrechamente unidas. Sí, soy un autor centroeuropeo antes que bosnio.
P. Un centroeuropeo que escribe en inglés.
R. Encuentro que lo más interesante en la literatura es la mezcla de culturas y de idiomas. Así se enriquecen las literaturas nacionales.
P. Kafka era de Praga, donde se hablaba predominantemente el checo, y escribía en alemán.
R. Y Bruno Schulz escribía en polaco, era judío, y su manera de pensar cabalística influyó en la literatura polaca. Más o menos como Danilo Kiš: escribía en serbio, su padre era judío que murió en Auschwitz, su madre era de Montenegro, y él, Kiš, vivía en Francia. Esta amalgama de identidades culturales y lingüísticas enriquecen la literatura nacional y es lo que más me interesa.
P. En Amor y obstáculos, al igual que en otras obras, habla de dobles y triples identidades.
R. La confusión de identidades me interesa muchísimo.
P. Escribe en inglés, una lengua que no es la materna. A algunos les ha salido bien, a otros no tanto.
R. Para mí ha sido una cuestión problemática. Siempre había creído, como casi todo el mundo, que tu lengua materna te marca para siempre. Que es tu destino. Pero una vez que aterricé en Estados Unidos me di cuenta de que no podía seguir escribiendo en bosnio. El idioma va unido a la experiencia. Y puesto que me vi apartado de la experiencia bosnia, cambié de idioma.
P. ¿Eso fue durante la guerra?
R. Sí, la guerra fue la causa.
P. ¿Su estilo fragmentario tiene algo que ver con ese cambio?
R. Ese estilo surgió de mi propia experiencia con la guerra. La guerra es la fragmentación: tu vida, y la de tus amigos y parientes, queda hecha añicos.
P. ¿De modo que el estilo surge de una necesidad interior?
R. Así es. La fragmentación surgió de mi experiencia psicológica. Además, la Biblia, por ejemplo, también está escrita en pequeños fragmentos. Y las películas contemporáneas están montadas así. De esta manera, en general, veo la vida humana: como un conjunto de trozos muy diversos.
P. Leyendo sus libros, parece que otras artes -la música, el cine, la pintura contemporáneos- entran en sus textos.
R. Absolutamente. En general pienso que la literatura tarda algún tiempo en hacer suyas o simplemente seguir las últimas tendencias de otras disciplinas artísticas.
P. La crítica europea le ha llamado el escritor del siglo XXI.
R. Pues yo no me considero particularmente vanguardista. Tal vez los lectores tienen esa sensación a causa de mi visión de la vida: como una red.
P. ¿Una red? ¿Opuesta a una línea?
R. Exacto. Yo no veo la vida como lineal. Y todo es una red para mí, incluso las artes, la literatura es una red de obras interrelacionadas entre ellas. El lector se deja ir por los hilos de la red, de un libro a otro. Y el escritor no es sino un lector fanático que salta por esa red.
P. ¿La crítica ha entendido sus intenciones literarias, sus preocupaciones, sus preguntas?
R. Sigo poco la crítica europea. La norteamericana no ha entendido ni las cosas más evidentes en mis libros.
P. ¿A qué lo atribuye?
R. A la pereza mental de los críticos de aquí. Digo eso porque no quiero pensar en su ceguera. Prefiero pensar que su incomprensión se debe a la pereza y a la inercia.
P. Sus libros casi siempre se mueven entre los géneros del cuento, la novela, el ensayo.
R. En EE UU los géneros están muy rígidamente marcados: este es un libro de cuentos, este otro, una novela. Aquí, a la derecha, tenemos la poesía y a la izquierda, el ensayo.
P. A estas alturas, la mezcla de géneros está plenamente aceptada, ¿no?
R. En Estados Unidos la cosa no funciona así. En un supermercado dividen los libros por secciones, y en las librerías, igual. Piensan que si no lo hacen así el público lector, o sea, el comprador potencial, se confundiría y saldría sin comprar nada.
P. Confundir al público lector... ¿Le apetece, verdad?
R. Me encanta confundir y me encanta que me confundan. Es como entrar en una habitación que hasta ahora ha estado cerrada y no saber qué encontrarás en ella.
P. ¿Aunque sea pagándolo caro, como en el cuento 'La habitación de Szmura', de Amor y obstáculos?
R. Aun así. La vida es una confusión, el mundo lo es también. Y la buena literatura también lo es. Ulises de Joyce, por ejemplo. O Kafka. ¿Qué es el mundo de Kafka sino una gran confusión?
P. Ha escrito buenos libros, la crítica le ha halagado. Sus libros están bien distribuidos, se ven en las grandes librerías de las capitales americanas, incluso en los aeropuertos. ¿Cómo se venden sus libros?
R. No son best sellers, ni de lejos. Pero yo nos los concebí para que lo fueran. Así que no esperaba otra cosa.
P. Los cuentos de Amor y obstáculos, al igual que sus demás obras, hablan de la gente joven. ¿Sus libros contactan con los jóvenes?
R. Me encantaría contestar que sí, pero... Ni siquiera sé si lo quiero.
P. ¿No desea conectar con los jóvenes en una época en que todo lo joven es un imperativo?
R. Los jóvenes norteamericanos que leen, generalmente los universitarios, son unos niños malcriados, perezosos, acostumbrados a la comodidad y a la buena situación económica. No son nada contestatarios. Me cuesta y me aburre entrar en contacto con ellos.
P. ¿Los estadounidenses menos jóvenes son más interesantes?
R. No. También me cuesta un montón relacionarme con los demás. Pero por suerte hay excepciones de la regla.
P. Comprando su libro en una librería del centro de la ciudad, la joven vendedora me dijo: "¡Tengo ganas de leerlo, habla de nosotros, de Chicago!".
R. Típico de Chicago. Me encanta la solidaridad que hay aquí entre los literatos. Los lectores aprecian a los escritores locales, entre otras cosas por haber resistido a la tentación de mudarse al glamour de Nueva York, el Hollywood de la industria editorial.
P. ¿Qué es la historia con mayúsculas para un escritor de Bosnia?
R. En la literatura es esencial dar testimonio de la historia, de esa experiencia humana básica. Cualquier otra clase de documentación histórica es incompleta: fotos, vídeos, grabaciones, tratados. El testimonio de la experiencia humana hecho literatura es la manera más profunda y más completa de explicar la historia. Sólo algunas disciplinas artísticas pueden hacerlo. La literatura, más que las demás, tiene esta posibilidad y ese poder.
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